viernes, 5 de diciembre de 2014

Oz

Se mueve mi piso. Tiemblan los valores y las percepciones y los sueños. Ayer escuché que la felicidad como último fin no existe, tiene razón. Uno se va comprando discursos para quedarse tranquilo sobre el futuro. Uno no sabe un carajo del futuro. Un día bastó para deshacer telarañas de ilusiones basadas en historias ajenas. En un día se cuestiona todo. ¿Qué dicen que era lo que quería? No me puedo relacionar con esa idea del futuro ya. No se con qué puedo relacionarme. Como sea, mi mundo dejó el blanco y negro. Se matizó montones. Y sigue temblando. Hay que dejar que, como en la historia, el polvo vuelva a caer sobre el piso para ver cómo quedó el edificio, mi edificio. ¿Sigue en pie? ¿Se cayó? ¿Es habitable? Transformaciones que salen de la nada. Ganas de cantar, de conocer, de escuchar. No hay lutos pero sí miedos y emociones. No hay nada que conozca ni que quiera para mañana. Quiero estar aquí, ver qué es lo que pasa, sin pensar jamás en qué pasará.

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