La mujer y el falo

¿Sin síntoma desaparece la enfermedad?
No.
Entonces... ¿sin síntoma desaparece el placer?
¿Tú qué crees?

Soy más que detentación fisiológica del goce,
Soy inaprensible...

¿Desconocida?
Talvez ante tus ojos,
mas creo saber de mis rutas cavernosas,
y ser confidente del “animal oculto y desconocido”[1] que habita dentro de...

Por lo menos no siento el enigma que tú sientes ante mí...
Dark continent[2] es excesivo,
pero me gusta por el rocío de misticismo con que esta metáfora me recubre...
El misterio termina por deificar...
¡Que nadie me descubra!
¡Que esa es mi esencia!

¿Incompleta, pasiva, pecadora y maldita?
Tanto como tú,
pero definitivamente mucho más que “doncella, esposa y madre”[3]...

Soy flujo, líquido, carne blanda, “furor uterino”[4] reflejado en infinitas contorsiones...
y sobre todo ello soy amor...
No estoy mutilada,
no tengo órganos invertidos o escondidos,
simplemente soy...

No te dejes llevar por nuestras dimensiones,
porque el volumen miente a gritos,
no siempre dice lo que es...

Las diferencias orgánicas se nulifican ante la complejidad simbólica que abraza a ambos polos...
¡Un solo órgano para ambos sexos!
El falo me une desde lo psíquico con mi complemento,
el “principio masculino encerrado dentro del principio femenino que desemboca en el parir”[5]...

He sustituido mi sensación de falta con avidez de reflexión,
caminando por el bellísimo campo espinado de envidias y castraciones insuperables...
Sola...
Sólo...
Solamente me queda el eterno deseo de desear,
de desear ser el todo de alguien...
de ser “el deseo de ser lo que el otro desea”[6].

Producción literaria basada en:
Orvañanos, Ma. Teresa, La mujer y el falo, Revista Cuadernos de Formación Docente.
[1] Orvañanos, María Teresa, La mujer y el falo, p. 88.
[2] Cfr. Freud, Sigmund, en Ibíd., p. 87.
[3] Ibíd., p. 88.
[4] Ídem.
[5] Ibíd., p. 91.
[6] Ibíd., p. 90.

Imagen: Marc Chagall, Amoreux