jueves, 4 de diciembre de 2008

un cuento para olvidar

Visualiza la escena,

está un Ser en su guarida, con su terrible hastío por la vida y su monotonía sentimental. Nunca va más allá de lo que siempre ha hecho, tomar el té, sentarse a ver su esfera de colores, repudiar a sus semejantes a toda hora...
una vida gris desde un punto de vista externo, él no la percibe así.

Parece que el Ser me ha escuchado relatando su vida en este momento, y ha decidido probarme y probarte que puede salir de su rutina sin entrar en un conflicto vital. Él, que no sale de su pequeño hogar si no es a las 90:00 en punto, ha retado a su propio sistema social e individual saliendo a las 89:99.

¿Qué puede pasar si éste adelanta un minuto su salida de casa?
Lo más sorprendente para él y lo más obvio para mí: ha encontrado otro panorama, algo inesperado. Ha visto a un Individuo viejo pintando el paisaje que antes creía el natural. El Ser no lo comprende, en instantes enloquece, ya no encuentra sentido al repasar cada uno de los momentos de su vida, ha sido engañado por su mundo.
¿POR QUÉ?
es la única pregunta que cabe en su pensamiento.

Han tenido que pasar unos instantes para que el Ser regrese a su “realidad”.
...
Ahora que ha reaccionado, su primer acción es acercarse al Anciano y preguntarle ¿POR QUÉ?

El Veterano no muestra temor ante el hecho de que su semejante haya descubierto un gran secreto respecto a su naturaleza, que ahora parece tan artificial, tan falsa.

El antiguo Ser se voltea lentamente hacia el personaje que le ha hecho la pregunta dentro de la que caben infinito número de las mismas, y responde en forma espontánea,
-¿POR QUÉ?
¿Aún no te has dado cuenta de POR QUÉ?
Ahora sonríe burlonamente, como si le diera lástima el cuestionamiento del que ha sido presa.
Después de esta mueca, prosigue un monólogo en el que Viejo explica el sin sentido de la vida dentro de un lugar tan falsamente verdadero, tan verdaderamente falso. La verdad de los seres es una mentira, es simulación de una realidad.

–¿Y cual es la verdadera realidad?, pregunta el Inocente.

–La verdadera realidad no existe para nosotros que nos hemos inventado unos a otros. Tú eres tan falso como yo, y tu vida la has inventado si es que has tenido un poco de suerte o inteligencia. De no ser así, cualquier otro te ha manejado mientras tú crees que has sido libre.
Pobre de ti y de mí, de nosotros, los desgraciados que no conseguimos SER reales, que somos juguetes de alguien que ni siquiera sabemos si es superior a nosotros.

El joven Ser desea hacer algo al respecto, tal vez reinventarse a sí mismo, o mejorar artificialmente su ya artificial sociedad; y sin que éste haya tenido tiempo para expresar su propuesta, el Longevo -que ya lo ha oído dentro de su pensamiento- se apresura a contestar, –No lo intentes, no me obligues a atormentarte más. Esta sociedad, este mundo, que para ahora me ha llenado de tanto asco como a ti, es inmutable, irreversible. La única forma en la que podrías modificar todo, sería transformando el pensamiento de cada uno de nosotros.
Pero olvídalo, eso es imposible, impensable. Desde que la primera Esencia se inventó o fue inventada por Alguien (que es la creencia más aceptable), se ha tratado de crear otro mundo, otra vida. Nadie quiere vivir así, pero la inmolación es eterna porque esto es una cadena. Quien me creó deseaba vengar su existencia conmigo, y yo me he vengado inventándote a ti, y seguramente después de esta tortura a la que te he sometido darás a luz a un nuevo Ser, al cual harás tan miserable como yo te he hecho a ti.
¿Ahora me comprendes?

El Ente de pronto se siente atrapado en la mente de todo aquel que lo ha pensado, porque cada uno de ellos, de nosotros, es responsable de que él siga vivo, y vivir es el más terrible castigo que ese desdichado organismo puede tener.
¿Vale la pena existir si no existes por ti mismo, si eres ficción que cede ante la voluntad de los demás?
El Ser no puede ni siquiera morir por su propia disposición.
¿Qué clase de mentes atroces vengan sus propios dolores con otros sujetos? ¿Nosotros?
¿Lo hacemos por naturaleza, por convicción o por imitación?

El Viejo ha sentido en su materia la desgracia de su Creación. Es tan inmensa, tan intensa y tan profunda, que sus imaginarias masas se retuercen en el paisaje irreal, llorando lágrimas cuya humedad lastima sin mojar.

El antiguo, pero jamás moribundo Espécimen, sabe que dejando fallecer a su pequeña Víctima sólo conseguirá cargar con un sufrimiento más intenso, sin poder librarse jamás del nuevo suplicio causado por el dolor de su Hijo.

Por primera vez en la gris realidad, un ente se sacrifica por otro: el Anciano permite que muera su Mártir, ahora sabe que la existencia del Joven no lo ha salvado, ni lo salvará, de la asfixia de su propia vida.

El Ser se va convirtiendo en nada en cuanto el Viejo hace un esfuerzo por olvidarlo. Así, un dolor se va desvaneciendo, al igual que unas dudas y una materia, que al fin y al cabo nunca sabremos si ha existido.

Pero creo que en este momento estamos reviviendo su desdichada Esencia al evocarla, ¿no es así? Si es que queda algo de compasión en nuestra especie (cualquiera que sea), dejemos morir al Ser, olvidando este cuento que, recordémoslo, nunca jamás existió.

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